A un amigo, con una mirada se lo comprende, con atención se lo escucha y con cautela se le sugiere.
A un amigo, con una sonrisa se lo anima, sin esperar nada a cambio se lo ayuda y con confianza se le cuentan nuestros problemas.
A un amigo, con entusiasmo se lo invita, se lo integra, se lo participa y siempre se le dedica un tiempo, por más atareada que esté la jornada.
A un amigo, con positivismo se lo estimula, se le desea lo mejor y se lo felicita, por los logros o las metas alcanzadas.
A un amigo, con sinceridad se le habla, con mucho tino se le hacen críticas constructivas y con total franqueza se le hace escuchar, lo que tal vez nadie se anima.
A un amigo, con constancia se lo acompaña en momentos de alegría, de dolor, de incertidumbre, de tristeza,… y en todo momento.
A un amigo, se lo puede tener a pocas cuadras o a muchos kilómetros, detrás de una pantalla o en el auricular del teléfono, pero lo más importante es que se lo pueda tener en un rincón del corazón, por sus buenos gestos, su trato cordial y tantas cosas compartidas.
(Lisandro Parola)
A un amigo, con una sonrisa se lo anima, sin esperar nada a cambio se lo ayuda y con confianza se le cuentan nuestros problemas.
A un amigo, con entusiasmo se lo invita, se lo integra, se lo participa y siempre se le dedica un tiempo, por más atareada que esté la jornada.
A un amigo, con positivismo se lo estimula, se le desea lo mejor y se lo felicita, por los logros o las metas alcanzadas.
A un amigo, con sinceridad se le habla, con mucho tino se le hacen críticas constructivas y con total franqueza se le hace escuchar, lo que tal vez nadie se anima.
A un amigo, con constancia se lo acompaña en momentos de alegría, de dolor, de incertidumbre, de tristeza,… y en todo momento.
A un amigo, se lo puede tener a pocas cuadras o a muchos kilómetros, detrás de una pantalla o en el auricular del teléfono, pero lo más importante es que se lo pueda tener en un rincón del corazón, por sus buenos gestos, su trato cordial y tantas cosas compartidas.
(Lisandro Parola)